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jueves, 20 de mayo de 2010

El Bicentenario que no fue por Roberto Méndez

El Bicentenario que no fue


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Ya nadie habla demasiado del Bicentenario. Como que se ha ido diluyendo. Llegó, pero de verdad nunca llegó. Ahora, con suerte tendremos feriado el lunes después del 18 y sería todo. ¡Y hubo tanta comisión, tanta plata y tanto esfuerzo invertido! ¿Edificios públicos nuevos, como esos que nos quedan de hace 100 años cuando celebramos el Centenario? Ni hablar. ¿Eventos culturales? Nada. El gobierno del Presidente Piñera nombró un encargado de las celebraciones, quien al ver que no había recurso alguno optó por renunciar.

Es que entre crisis, terremoto y cambio de gobierno, como que todo quedó en nada. De las varias "comisiones Bicentenario" nombradas por Lagos y Bachelet, nunca se supo. ¿Hicieron algo? ¿Qué dicen los presidentes de dichas comisiones, con empleados, asesores y abundante presupuesto? En silencio, aspiran a que nadie se acuerde, que nadie pida cuentas. Bochornoso, por decir lo menos. En fin, será un Bicentenario modesto. Eso está claro. Lo más memorable de estas fechas para las generaciones futuras, estoy seguro, será el terremoto, el "terremoto del Bicentenario" como seguramente se lo llamará.

Recuerdo, de niño, escuchar de mi abuelo las historias del Centenario. Él, para entonces un joven capitán de Ejército, estuvo a cargo del contingente que debía encontrarse en la cordillera con el ejército argentino, emulando el paso del Ejército Libertador. Una gran aventura, llena de penurias y que fracasó: en el Centenario, el encuentro celebratorio ente los ejércitos chileno y argentino nunca llegó a producirse. Una terrible tempestad hizo perderse a ambos cuerpos y nunca se encontraron. Así, por lo menos, lo relató mi abuelo, ¡y era el que estaba a cargo! Pero recuerdo su emoción al contarme su historia y luego, de su mano, recorrer los edificios: el palacio de Bellas Artes, la Biblioteca Nacional, el Museo Histórico, los legados de ese Centenario. También me hablaba de las fiestas en la Alameda, las multitudes, en fin... de un espíritu que hoy día definitivamente no se divisa.

Quizás este Bicentenario termine transformándose en un símbolo de los sueños que se fueron. Ha sido un año de pérdidas más que de ganancias. Hasta el nuevo gobierno ha debido sacrificar sus planes y proyectos para enfrentar el terremoto. El lamentable espectáculo del video de Bachelet en la oficina de la Onemi rodeada de un grupo de personas paralizadas e incompetentes, es en sí un nuevo terremoto.
Pensábamos que el Estado tenía la capacidad de protegernos. Pero en la hora de la emergencia no hubo Estado, no hubo Fuerzas Armadas, no hubo nada de esa preciada "protección social" que debe manifestarse justo cuando se requiere.

Habíamos soñado con celebrar el Bicentenario en "un país sin campamentos", y vemos que hoy una gran parte del país se ha transformado en un inmenso campamento de mediaguas. La crisis de confianza en las instituciones llega a niveles cercanos al cinismo. La Iglesia se repliega azotada por la crisis, la Concertación se debate en una situación precaria e inorgánica, el Gobierno no logra equilibrar su agenda de instalación con las urgencias del terremoto.

No veo qué es lo que vamos a celebrar. No veo el ánimo tampoco. Propongo cancelarlo todo. Dejémoslo para el 2017, cuando conmemoremos la verdadera Independencia. Ahora, concentrémonos en nuestras pérdidas, en la gente que lo está pasando mal, volvamos a lo básico. Las víctimas son muchas, más allá de la catástrofe natural. Hay que reconstruir confianzas que otros varios terremotos han dañado. Hay tarea para la Iglesia, el Estado, el Gobierno, la Concertación, los partidos.

Saco cuentas de cuáles serán las historias que contaré a mis nietos acerca de este Bicentenario. Pienso en mi propio abuelo, cuyos ojos se encendían de entusiasmo cuando me hablaba del otro, del que él vivió en 1910. Tendré que inventar otra historia.

FUENTE: emol
Saludos,
 
RODRIGO  GONZALEZ  FERNANDEZ
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