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martes, 10 de noviembre de 2009

Fumadores - no fumadores

Fumadores - no fumadores

por Guillermo Moreno

Odio el tabaco hasta el límite de que si alguien me pide un euro para comprar una cajetilla le digo que no. Se lo dejo para chicles, pipas, un donuts o para una cerveza, pero para tabaco me niego en redondo. Y no me importa para nada el grado de amistad que tenga la persona que me lo pide. Los motivos del odio visceral hacia la nicotina no vienen al caso, pero la gente que quiere ver un partido de fútbol en mi casa sabe que tiene que irse a la terraza si quiere fumar, aunque estemos a dos bajo cero. En los viajes, los que vienen en mi coche, se tienen que 'echar' el dichoso cigarrito en las áreas de servicio o en los bares de carretera, porque no me vale eso de que bajan la ventana y expulsan el asqueroso humo hacia fuera. En mi coche no se fuma. Y punto.
 
Es mi vida y no quiero que en el sitio donde paso la mayor parte de mi tiempo libre o donde me como atascos huela a nicotina. Demasiado apesta la ropa, el pelo y el alma cuando uno llega a casa después de haber estado tres horas en un garito lleno de gente. Por mucho que dejes la ropa aireándose, cuando te levantas al día siguiente, la habitación hiede a cenicero, la ropa tiene que ir directamente a la lavadora y al pelo hay que darle litro y medio de champú para que no huela a Ducados.
 
Hasta aquí, mi visceral odio al tabaco. Pero lo que me parece aberrante es que el gobierno quiera prohibir fumar en todos los sitios públicos, incluidos locales nocturnos, restaurantes amplios o en celebraciones tipo boda. La progresía, ahora, se dedica a cercenar libertades e impone normas de corte talibán o fascista. La ministra Trinidad Jiménez, muy sonriente ella, comenta que "se hace para no perjudicar a los que no fuman". Hasta hay, correcto, pero tampoco puedes privar a los fumadores de su minuto de calma, relax, de su adicción, en suma.
 
Ahora en los restaurantes hay una zona para los que fuman y otra para los que no. En el aeropuerto tienen su espacio, igual en los hospitales y  los trabajadores desde hace unos años tienen que bajar a fumar porque no se pueden encender el cigarrillo en las oficinas, las redacciones, las tiendas o los laboratorios. A los fumadores les costó aceptar estas normas pero ya las tienen digeridas y las asumen. ¿Por qué seguir cortando su derecho a fumar? ¿Por qué seguir convirtiéndoles en una especie de apestados furtivos que tienen que buscar las zonas donde poder fumar como los grupos de yonkis que caminan como zombis al poblado a por sus dosis?
 
No me imagino una discoteca a las cinco de la madrugada con mil tíos bailando y tomando copas sin fumar. Ni una boda sin el puro de rigor con el pacharán y la gente con la corbata en la frente y el cigarro en la boca haciendo el ridículo al compás de 'Paquito el chocolatero'. Los que no fumamos y detestamos los cigarros, en estos casos, tenemos que tragar (el humo) y aceptar lo que hay. Nuestro derecho a no fumar pasivamente no debe prevalecer sobre el de los que fuman. Es más, no conozco a nadie que no fume que cuando le pregunta un fumador si le molesta el humo diga que sí, aunque le moleste. La educación y el respeto ante todo. Para los que fuman activamente y para los que lo hacemos pasivamente.

FUENTE: <http://www.intereconomia.com/blog/calana/fumadores-no-fumadores>
CONSULTEN, ESCRIBAN OPINEN LIBREMENTE
Saludos
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
DIPLOMADO EN GESTION DEL CONOCIMIMIENTO DE ONU
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