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viernes, 6 de mayo de 2011

Alexander McQueen & Savage Beauty

Alexander McQueen & Savage Beauty

Alex Ceball  

Entre actrices hollywoodenses, diseñadores de holdings, editoras y corresponsales de medio planeta, de blanco absoluto, Sarah Burton se paseaba entre un centenar de piezas hechas por Alexander McQueen y detrás, con un perfil bajo, por ella misma.

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Viernes 6 de mayo de 2011 | Vida & Estilo

Antenoche, la ciudad de Nueva York explotó dentro de las salas del Metropolitan Museum con Alexander McQueen: Savage Beauty.

Entre actrices hollywoodenses, diseñadores de holdings, editoras y corresponsales de medio planeta (de holdings editoriales también), de blanco absoluto, Sarah Burton se paseaba en silencio entre un centenar de piezas hechas por Alexander McQueen y detrás, con un perfil bajo, por ella misma.

La imaginación lleva a pensar, por el semblante de Sarah, en un sentimiento de desprecio silencioso por toda la masa de gente que la rodeaba, y estaba en todo su derecho. Sabía lo que había.

Después de quince meses desde el suicidio de Alexander, y de que los medios pusieron precio a su cabeza en la presentación pública de la siguiente colección de la casa, ella les pegó un puñetazo a todos con una colección maestra. Sarah nada tenía que envidiarle a nadie. Y se los dejó muy claro.

Tras esa prueba de fuego, ella jugó una impecable estrategia de silencio y, al mismo tiempo, organizadora de la soberbia muestra que será abierta a los mortales a partir del viernes, junto al Fashion Institute, el curador Andrew Bolton, Harold Koda y la directora de la edición norteamericana de la revista Vogue, Anna Wintour.

Hace una semana, Sarah se encargó de hacer más ruido que cualquier exposición ni más ni menos que en el vestido de novia de la futura reina de Inglaterra: Catherine Middleton.

Hizo ver lo suyo y la herencia de su fallecido amigo por más de dos mil millones de personas que siguieron por televisión la boda real. Lo de anoche era simplemente el punto cúlmine de la hipnotizante estrategia de una mujer brillante, y lo ha hecho excepcionalmente.

Hoy, Alexander ha hecho correr más tinta que ningún otro diseñador contemporáneo. Debe de mirarnos a todos desde arriba y negar con la cabeza apretando los dientes.

Él no estaba para este tipo de cosas. Ya vemos que Sarah piensa exactamente igual. Bien lo cuenta Eugenia de la Torriente en un medio escrito español hace un año. "Alexander era un tipo complejo, también extremo. No le gustaban las gilipolleces, de nadie".

Como bien lo describe, la brutalidad, el romanticismo, la pasión, el drama, la muerte y la destrucción fueron los ingredientes para catalogar la carrera de McQueen. Por eso se considera que sus diseños son un fiel reflejo del estado de su torturada mente.

Muy pronto -y en exceso- se le concedió la categoría de artista genial. A lo mejor pensó que ya no le quedaba nada más que hacer aquí, en este mundo siniestro y tan sinsentido como toda esa masa de gente en el Metropolitan. Fue lo que demostró parte de un puñado de mujeres de cuestionable prestigio, poca meritocracia y mucha visibilidad, que luchaban por aparecer en las fotos del evento sin saber siquiera lo que llevaban puesto. A lo mejor no serían capaces siquiera de identificar las materias primas de los vestidos prestados que llevaban, y no se les puede criticar, porque sencillamente no les interesa. Es sólo cosa de mirar la cara de Sarah en todas las fotografías publicadas de lo sucedido anoche en la gran manzana.

Dice el comunicado del Metropolitan que Alexander promovió tenazmente la libertad de pensamiento y de expresión, defendiendo la autoridad de la imaginación. Y es muy cierto, porque al hacerlo, fue el héroe-artista que siguió  incondicionalmente los dictados de su inspiración, de su corazón. De esos que prácticamente ya no quedan en las grandes ligas o sólo están en lo independiente.

Finalmente Alexander se suicidó. El hombre que magistralmente expresó la originalidad más fundamental y rabiosa a través de métodos de corte y construcción que fueron innovadores y revolucionarios, se quitó la vida.

Su ingenio técnico era evidente ya en su colección de graduación en el Central Saint Martins, y a lo mejor era un mensaje de antelación a lo que sucedería después.

El trabajo fue titulado "Jack el Destripador acecha a sus víctimas" [1992]". En ese trabajo introdujo diseños tan emblemáticos como el de tres puntos "origami". En su primera colección, después de graduarse, lanzó su "bumsters", pantalones que estaban dispuestos tan bajo en las caderas que revelaba las nalgas.

Todo lo que hacía Alexander se basaba en la adaptación, donde junto a la precisión y las tradiciones de confección y patronaje, bailaba un vals con la espontaneidad y la improvisación del drapeado y la confección en un enfoque que se hizo más refinado después de su mandato como director creativo de Givenchy, en París. Fue desde el '96 al 2001.

En este enfoque, riguroso e impulsivo, disciplinado y sin restricciones, subyace a la singularidad de McQueen… ese tipo era inimitable, y Sarah lo sabe muy bien. Ha tirado las cartas sobre la mesa desde esa perspectiva, y ha ganado la partida.

A Alexander la depresión se lo comió. Después de enterarse del suicidio de Isabella Blow, su descubridora y catapultadora en el 2007, su siguiente colección fue un tributo a su valiente excentricidad en la primavera del año siguiente.

Para la colección de otoño-invierno 2009, presentada en la capital francesa, fue tildado de misógino y fue ferozmente criticado por su falta de pragmatismo al presentar una enorme montaña de basura que enmarcaba a modelos de frágil andar dentro de reproducciones caricaturescas de los grandes clásicos de la alta costura.

Fue un aviso, una voz de alarma, de lo que su cabeza estaba cocinando para el 11 de febrero de 2009, cuando fue encontrado ahorcado en su casa londinense. No habría podido superar la muerte de su madre, una semana antes.

Cuando eso sucedió y las razones se conocieron, el propio circuito de la moda se cerró en sí misma, hermética. Nadie dijo ni una sola palabra, a nadie se le permitió opinar por respeto por él. La casa ya se encargaría de hablar, y sería más que suficiente.

En eso las mujeres de la industria fueron verdaderas damas y los hombres auténticos caballeros, y ahí se cerró el tema.

Antenoche pasó lo que hace un año no sucedió, y fue disparar a Alexander por los cielos, y a lo grande. No lo hizo ni Middleton, ni el Metropolitan, ni Wintour, ni nadie. Fue Sarah, sólo ella, y lo hizo como quería: poner a su amigo en un altar porque lo merecía. Y así fue. Los ríos de tinta ya están impresos, las pantallas digitalizadas y las celebridades en la foto también. Aquí se cierra su tema, y con cremallera de oro. Así fue dispuesto. Visiten su exposición, conozcan su mundo, créanme, no será una pérdida de tiempo.

Felicidades por Sarah y, por supuesto, por Alexander. Que en paz descanses y para Sarah, larga vida. Enhorabuena, por ambos

Fuente:

CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN .
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
 
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