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martes, 30 de noviembre de 2010

“LAS MUJERES NO FUERON TESTIGOS PASIVOS DE LA GESTA INDEPENDENTISTA”

"LAS MUJERES NO FUERON TESTIGOS PASIVOS DE LA GESTA INDEPENDENTISTA"

¿Cómo ha evolucionado la situación de la mujer en América Latina desde la época de las independencias nacionales? Deutsche Welle entrevistó a una historiadora alemana que ha dedicado volúmenes al acontecer de la región.

En América Latina se suele decir que detrás de todo gran hombre hay siempre una gran mujer, pero, por galante que parezca, detrás de este refrán se esconden convenciones que delatan su anacronismo. No solamente porque las latinoamericanas dejaron de ser exclusivamente madres, esposas o amantes hace muchos años, sino sobre todo porque, con el tiempo, va quedando al descubierto el papel que jugaron las mujeres en la vida pública de la región aún cuando sus posiciones de mando estaban relegadas al ámbito de los fogones.

Deutsche Welle conversó al respecto con Barbara Potthast, profesora de Historia Ibérica y Latinoamericana en la Universidad de Colonia, y autora de De madres y machos (Von Müttern und Machos), descrito como el primer volumen en alemán dedicado a la historia de las mujeres y de la familia en América Latina. Las damas de la nobleza, las señoras burguesas, las indias, las esclavas, las empleadas domésticas, las trabajadoras de las fábricas y los roles de género típicamente latinoamericanos que ellas tenían en común son analizados en este libro que salió al mercado en 2003 y fue publicado de nuevo, en una edición revisada, en julio de 2010.

"En lo que a esta entrevista se refiere, por razones de tiempo y espacio, voy a hablar sobre la evolución del movimiento feminista y las mujeres activas en la vida pública de sus países, aunque quedará mucho por decir sobre la situación de la mujer en Latinoamérica", aclara Potthast de antemano, agregando que los cambios sociales de los que la población femenina ha sacado provecho para mejorar su situación no se pueden atribuir al Zeitgeist ignorando la organización política de las mujeres: "Uno no puede separar una cosa de la otra".

Deutsche Welle : Nadie se extraña cuando, con motivo del Bicentenario de las independencias latinoamericanas, se aborda el tema de la población indígena en América Latina y la evolución de su situación en los últimos doscientos años; pero pocos se detienen a pensar en la importancia de un análisis de la situación de la mujer en la región desde una perspectiva geopolítica o histórico-nacional.

Barbara Potthast : En los análisis que se hacen de la gesta independentista latinoamericana, el rol de la mujer suele ser ignorado. La materia siempre se trata como si fuera un asunto estrictamente político o militar y, como en aquella época las mujeres no disfrutaban a plenitud de derechos políticos, se da por sentado que ellas no jugaron papel alguno en el proceso de secesión. Pero las mujeres no fueron testigos pasivos de lo que ocurría; ellas se involucraron activamente y de muy diferentes formas en las luchas por las independencias nacionales.

Es eso lo que yo quería sacar a relucir con mi investigación. El otro aspecto que me interesaba revelar era el de los efectos de las independencias latinoamericanas sobre la población femenina de la región. ¿Qué significó el hecho de que surgieran nuevas repúblicas bajo el principio de 'libertad, igualdad y fraternidad', no solamente para los 'hermanos', sino sobre todo para las 'hermanas'? ¿En qué forma se han insertado las mujeres en los procesos políticos de sus respectivos países en el curso de los últimos doscientos años?

¿Qué condiciones históricas hicieron posible el surgimiento del movimiento feminista en América Latina?

A finales del siglo XIX, los países latinoamericanos se insertaron en el engranaje de la economía mundial y en algunos de ellos apareció una clase media integrada por mujeres muy bien educadas que comenzaron a exigir su derecho a participar en las discusiones públicas de la época. Por otro lado, no es una coincidencia que los movimientos feministas más fuertes hayan surgido en Argentina, Chile y Brasil, países que recibieron a muchísimos inmigrantes de Estados Unidos y Europa, en donde los grupos feministas ya jugaban un papel de peso.

Usted describe la I Conferencia Internacional de la Mujer de la ONU, celebrada en México en 1975, como un suceso importante en la historia del feminismo latinoamericano. ¿Qué otros hitos son dignos de alusión a la hora de analizar la evolución del movimiento feminista en América Latina?

La celebración del Centenario en el Cono Sur, por ejemplo. En ese contexto, las repúblicas que se independizaron de España y Portugal estaban empeñadas en presentarse como naciones modernas y hasta los políticos de la época, todos hombres, se vieron obligados a tomar en serio a las mujeres y sus exigencias para no quedar como personajes anticuados. Y las mujeres supieron aprovechar esa coyuntura. En 1910 tuvo lugar el I Congreso Internacional de la Mujer en Buenos Aires sin que las presentes se identificaran como feministas.

En ese encuentro –del cual salieron los primeros grupos feministas– confluyeron mujeres con una buena formación académica, maestras y doctoras ávidas de discutir sobre los problemas sociales que afectaban sobre todo a las mujeres y a los niños. Un fenómeno similar se repitió en Brasil hacia 1920.

La población femenina nunca ha sido un colectivo homogéneo. En sus más diversas combinaciones, rasgos como la etnia, la clase socioeconómica, el grado de instrucción, el estatus laboral y la orientación sexual siguen siendo motivos por los cuales muchas mujeres son discriminadas y sus derechos civiles se ven restringidos en América Latina. ¿Ha dejado de ser el feminismo un movimiento de mujeres blancas, ricas y heterosexuales?

El feminismo fue impulsado en Latinoamérica sobre todo por mujeres de las clases media y alta, y éstas tendieron a asumir una actitud condescendiente de cara a las mujeres pobres. De ahí que durante tanto tiempo haya habido conflictos entre los miembros del movimiento feminista y los de los distintos movimientos izquierdistas; los últimos argumentaban que el feminismo exigía reivindicaciones cosméticas en nombre de las mujeres de la clase alta, mientras que ellos tenían las manos llenas con problemas más serios.

Esa situación cambió hace apenas veinticinco o treinta años. Sin embargo, es necesario recalcar que la educación ha sido y sigue siendo un factor indispensable para la defensa política de los derechos civiles, propios o ajenos. De hecho, en muchos países de América Latina, hasta finales del siglo XIX, prerrogativas como el derecho al voto sólo eran disfrutadas por personas que supieran leer y escribir. Es por eso que tantos hombres indígenas y pertenecientes a las clases bajas no participaban en la arena política tampoco.

¿Qué factores frenaron y cuáles favorecieron la popularización del discurso feminista en América Latina?

El obstáculo más grande ha sido el papel preponderante de la Iglesia católica en las sociedades latinoamericanas: la mujer tiene de por sí un rol subordinado en el seno de esa institución, pero el hecho de que el Estado y las clases social y económicamente poderosas tengan un talante tradicionalista también ha limitado el alcance del discurso político del feminismo. Por otro lado, las feministas latinoamericanas han tendido a exigir que se respeten sus derechos civiles usando como argumento su rol de madres.

Mientras las feministas debatían en Europa sobre la conveniencia de jugar la carta de la igualdad –"las mujeres y los hombres son iguales; ellas pueden hacer todo lo que ellos hacen"– o apostar a la diferencia –"las mujeres y los hombres no son iguales, pero tienen el mismo valor"–, las feministas latinoamericanas usaban otra estrategia: ellas ponían su rol de madres en primer plano y enfatizaban lo importante que este papel era en términos políticos a la hora de hacer sus exigencias.

¿Cuáles son los retos más importantes del movimiento feminista contemporáneo en América Latina?

La pobreza y la imposibilidad de acceder a la educación son dos problemas que afectan a un número proporcionalmente grande de mujeres. El reconocimiento de su derecho a decidir sobre su cuerpo y sobre su sexualidad es otra prioridad para las feministas latinoamericanas, ante todo debido a la resistencia que ofrecen el Estado y la sociedad en general a la legalización del aborto.

En la mayoría de los países de la región, su ilegalidad lleva a que las operaciones se realicen en circunstancias que convierten al aborto en una de las principales causas de mortalidad entre las mujeres jóvenes. De resto, creo que habría que considerar la situación de la mujer por país y de manera diferenciada porque América Latina es una región de grandes contrastes.

¿Y la violencia contra la mujer? Muchos insistieron en que los asesinatos de las mujeres en México y Guatemala recibieran un apelativo específico –"feminicidios"– para que el fenómeno fuera estudiado con mayor detenimiento y atendido con mayor rigurosidad por las autoridades pertinentes…

Yo preferiría incluir este fenómeno en el contexto general de la violencia y la impunidad imperante en México y Guatemala, países en donde, por distintas razones, la disposición a usar la violencia se ha generalizado de manera asombrosa entre sus habitantes y tanto las agresiones como los delitos tienden a quedar impunes. Los hombres siguen constituyendo la mayoría de las víctimas de la violencia, pero, como la mujer continúa estando en el escaño más bajo en la escala de valores de esas sociedades, el estímulo de las autoridades pertinentes para esclarecer sus muertes es aún más débil.

No obstante, la situación de la mujer en la sociedad latinoamericana también ha mejorado mucho en los últimos doscientos años…

Hay muchos cambios positivos por reportar. El hecho de que en la esfera pública se hable de los problemas que afectan a la población femenina y de que muchos hombres se hayan percatado de cuánto les conviene que la situación de los géneros cambie, son dos ejemplos. Y es que también los hombres padecen bajo eso que coloquialmente llamamos machismo, esa concepción hiperbólica del "sexo fuerte". La deconstrucción de esa noción propicia que el hombre heterosexual acepte sus propias flaquezas y propicia, en general, la aceptación de formas de afecto y sexualidad distintas de la heterosexualidad, algo que hasta hace algunos años constituía un tema tabú en América Latina.

Autor: Evan Romero-Castillo

Editora: Enrique López


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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU

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