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lunes, 24 de noviembre de 2008

paula: Todas íbamos a ser vedettes

Todas íbamos a ser vedettes

Por Teresa Campano.

Fue época llena de plumas, hilos dentales y brillos en los sets de televisión que nos marcó, y nos hizo vivir en carne propia el furor ochenteno de las vedettes. Un tipo de mujer llena de carne, curvas y con una voz singular y enfermantemente aguda que dejaba la escoba cuando aparecía, pero que además se atrevía a cantar en vivo, insultando al ángel de la música. Aunque eso era un detalle. Cómo recuerdo esas imágenes de mi papá y mis tíos patéticamente hiperventilados viendo a estás hembras perfectas y lentejuelosas, y diciendo la heroica y poética frase: ¡Se pasó la tonta pa' güena! Fino él.  Y al tiro tonteándola, si la "tonta guena" no tenía la culpa que su única neurona estuviera de vacaciones.

Pero para mí tampoco era indiferente, como que se volvió un referente (pobre niña, me perjudicaron la cabeza), y a veces cuando alguna veterana ociosa me preguntaba qué quería ser cuando grande, yo no decía ni doctora, ni azafata, ni física cuántica, decía: " Quiero ser vedette, como María José Cantudo". Impacto en el rostro de la señora. Impacto en el rostro de todos los asistentes.  Para los que no la conocen, la "Cantudo" era una morena personificación del pecado, como la reciente fallecida conejita Anna Nicole Smiths, o Angelina Jolie en su etapa más turbiona cuando no se le escapaba ni el hermano. Y claro, las señoras se espantaban.  Hasta que un día mi mamá me dijo: "Teresita, deje de decir eso de las vedettes, ¿por qué no dice que quiere ser enfermera?" O sea, doble hello, mamá,  ¿cómo iba a comparar la buena chala taco aguja de las vedettes del programa Sabor Latino con un par de mocasines blancos olor a cuero?

De hecho, la triste historia de mi amiga Pepa, es el más simbólico ejemplo.  La pobre que en su infancia de colegio católico siempre pensó que se llamaba María José por los padres de Jesús (María y José), hasta que su propio padre le reveló la verdad, no se había inspirado en la Biblia para ponerle el nombre a su chancleta, sino que la inspiración venía directamente del derriere de María José Nieto, la Maripepa, la misma que se dio el porrazo del siglo en pleno programa de televisión. ¡¿Que te llamen así por un traste con acento español?! ¿Dónde está el Derecho del Niño? Revelación que no sólo dejó a mi amiga media desquiciada, sino que la obligó a pasarse los veranos en el patio de su casa, junto a su prima, con un palo de escoba como micrófono, en una reproducción patética de showomanismo.

Y es que en los ochenta estábamos todas un poco trastornadas. Aunque no manejábamos esos códigos eróticos que manejamos hoy como buenas mentes sucias. No, todo lo contrario, para mí estas mujeres eran lindas nomás. Como bellas. Como lo máximo. Como la perfección, y no veíamos ahí una carga libidinosa.  Pero de alguna manera la televisión de esos años nos dejó a todas con desordenes sicológicos serios.  Mi otra amiga, la Ceci, obligaba a sus primos a que la levantaran a como la Rafaella Carrá. Y la Maca, hoy muy madre y muy periodista, le sacó  plumas a una gallina de su abuela para hacerse un traje de vedette. La abuela le pegó y nunca más la recibió en el campo para las vacaciones.

Claro, el presente de mi cuerpo menudo con suerte me hubiera permitido ser la mitad de una de ellas. Pero peor es nada y alguna vez le hice algún baile juguetoncillo a lo vedette a algún muchacho. Si es cosa de llamar al espíritu de Pitica Ubilla y pensar que estamos en el Bim Bam Bum. Aunque parece que no llevo el look. Muy triste realidad. Ya me lo dijo un Carabinero, una noche que debía reportear infiltrada los show de los cabarets en Estación Central y nadie me creyó que era de ahí. El Carabinero, dulce hombre, me aconsejó: "Cuando venga a reportear estos temas, sita, venga con una amiga, oiga, como tan pava. ¿No tiene una amiga como encachadita, rellena? Porque así la van a pillar al tiro que no es del ambiente -me miraba fijo, más aproblemado que yo con el tema. Es que tiene pinta de cabra chica. No la embarre". ¿Qué habrá querido decir con eso el muy desubicado? ¿No sabe apreciar la belleza especial? No era necesario que me refregara con virutilla en la cara la falta de carne en mi cuerpo. Si lo de ser vedette viene en el espíritu, como vocación. Y no hay que ser muy voluptuosa para ser feliz ¿O sí? Todo es espíritu. ¿Qué me dices tú, Candy, que nunca tuviste pechugas?

La cosa es que mujeres como esas ya no hay y por mucho que lo hubiese intentado en mi dormitorio, escondida y ridícula, con algún colaless, no iba para allá mi destino. Tal vez esta noche me dé por hacerlo y me sienta una bailarina exótica con plumas de pavo imaginarias. Pensaré en las Marías Josés más famosas de la historia y realizaré una coreografía digna de la Vedetón. Espéreme esta noche, cariñito, no sabe lo que le espera.

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Renato Sánchez 3586 of.10
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