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domingo, 8 de enero de 2012

El alemán paciente

El alemán paciente

El alemán paciente

Tomas Maier ha disparado las ventas desde que tomó las riendas en 2001. :: AP

 

 

Tomas Maier es igual de discreto que la firma que ha resucitado. Bottega Veneta, antigua marca de accesorios de cuero, vende, más que moda, un estilo de vida sutil

08.01.12 - 00:36 -
El mundo de la moda sigue regalando elogios a Tomas Maier: desde el paciente alemán al creador del lujo más refinado y sutil del momento. Los adjetivos para definir el trascendental cambio de una firma que se asomó al precipicio parecen interminables. Al frente de la dirección creativa de Bottega Veneta, este «monje 'hipster'», como le definió 'The New Yorker', se las ha ingeniado para convertir los viejos accesorios de cuero de la compañía italiana en objeto de culto y ligar la exclusividad más sofisticada al espíritu artesanal.
 
No es el primer caso de resurrección de una apolillada casa por la que muy pocos daban un euro. El mérito de este diseñador de la Selva Negra resulta, si cabe, más relevante al recabar el éxito sin necesidad de logotipos y monogramas. Los fieles de Bottega Veneta huyen de la falsa seducción «de la etiqueta llamativa»: buscan el placer de pertenecer a un club que evoca la nostalgia de tiempos pasados por su afición a las producciones limitadas. Un hecho sin precedentes en una industria engarzada al valor de lo efímero, sin la necesidad de explotar hasta la extenuación sus 'best sellers'. Pese a los tiempos que corren, Maier se ha opuesto, por ejemplo, a inundar el mercado de bolsos 'Cabat', el modelo con el que consiguió su primer bombazo comercial.
Este hombre discreto ha sabido hacer del deseo una permanente tentación, a costa seguramente de sacrificar parte de las ventas, para enfado de sus gerifaltes. Sin necesidad de pomposas campañas de marketing, se ha revelado, no obstante, como un mago de los números. Desde 2001, ha aumentado un 800% las ventas de una firma que, fundada en 1966, mantiene en permanente expansión sin renunciar a sus principios. Funciona como es él. Le gusta pasar por los sitios sin hacer demasiado ruido, aunque siempre se deja notar.
No era un mocoso cuando los dirigentes de PPR -conglomerado que engloba a Gucci, Yves Saint Laurent o Stella McCartney, entre otras grandes compañías- le ficharon. Ya había dado pruebas de su olfato estilístico en Hermès, Guy Laroche o Sonia Rykiel. Se incorporó en un momento en el que ya tenía la «suficiente experiencia, edad y conocimiento» para entender la marca. A sus 44 años, no era, por tanto, un don nadie con el que la familia Pinault se iba a jugar los cuartos. Es verdad que siempre ha estado apartado de los focos mediáticos y que su nombre todavía sigue sonando algo desconocido fuera del mundo de la moda.
Lujo distinto
Quizás por su indisumulado empeño en salvaguardar su anonimato, aceptó de buen grado el reto de proyectar un concepto de lujo bien distinto al que se maneja habitualmente en las pasarelas. Piensa en mujeres que se sienten bien en su piel, «independientemente de la ropa que lleven».
Durante estos últimos diez años ha trazado una trayectoria semejante a la de empresas que despuntaron por sus productos de marroquinería y han acabado vendiendo, más que moda, un estilo de vida. El recorrido de Bottega Veneta recuerda al de Hermès o Louis Vuitton. Alejado del ego que desprenden estrellas como Karl Lagerfeld o el dúo Dolce&Gabbana, a Maier, al que no le gustan nada las cosas «demasiado obvias», disfruta trabajando codo con codo con sus artesanos. Por eso, lo primero que hizo cuando le fichó Bottega Veneta fue visitar los talleres en lugar de pisar la alfombra del despacho de sus jefes. «Me gusta trabajar estrechamente con ellos. No quiero dibujar algo, enviarlo y que me lo devuelvan hecho. Me encanta estar en los talleres y decir directamente a la persona que lo está trabajando 'desearía que fuese así'». En una entrevista a 'Vogue' apuntaba, precisamente, que las claves del éxito están en la «unión de la tradición artesanal» con una perspectiva cosmopolita y contemporánea. «Combinamos la singularidad de nuestras creaciones con la calidad de las materias y el diseño», recordaba. El resultado es un lujo «invisible, individual y sin ostentación» basado en un estilo «cuidado y con perspectiva de longevidad».
Muebles y fragancias
El deseo de perdurabilidad es algo que trae de cabeza a este hombre al que le encanta asumir riesgos. Ya sea para las capas de seda, organza y satén que lanzará el próximo verano, como para sus deseados y ultracaros bolsos de pitón, cobra y cocodrilo. Todo lo que crea nace con el sello de la atemporalidad y con la intención de que «dure para siempre». Igual que el mobiliario expuesto en sus tiendas, que también vende, o la fragancia con la que se ha lanzado al lucrativo negocio de la perfumería. No podía ser uno más. «Tenía que ser algo especial y único». Enamorado del olor del musgo, heno y madera mojada, que le trasladan a su infancia, destaca por las notas de cuero y madera. Bottega Veneta Parfum se inspira en las viejas casas de campo y tiene a Nine D'Uso, hija de Inés de la Fressange, la modelo francesa más famosa e importante de la historia, como imagen. Algo que no casa mucho con el carácter reservado de Maier. «Quería a alguien que no hubiese sido fotografiada antes», se justifica este creador sin ínfulas de estrella.

 

Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
Diplomado en Coaching Ejecutivo ONU( 
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