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jueves, 28 de octubre de 2010

El sentido del coleccionismo de arte

EN CHILE EL SIMBOLO DEL COLECCIONISMO ES CARLOS CARDOEN, ¡QUE DUDA CABE!

El sentido del coleccionismo de arte

Si Alicante tuviera mejores esculturas y buenos museos, tendría un turismo cultural, que es el que deja dinero y crea trabajo

 02:11  
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POR ISRAEL QUÍLEZ FORTEZA


Una de las características de la inteligencia del ser humano es el afán por coleccionar objetos, recuerdos, vivencias, todo lo que se pueda almacenar, sea en la memoria por la transmisión oral o de una manera física. Instintivamente sabemos que esta sabiduría almacenada es clave para nuestra supervivencia. Al tiempo que creamos una tradición que concreta maneras de pensar, de sentir, de transgredir y de innovar, que todos compartimos e interpretamos en los distintos actos de la comunicación. Desde la antigüedad, la arqueología nos muestra cómo el ser humano ha coleccionado todo tipo de objetos: piedras preciosas, caracolas, ajuares de cocina, de guerra, ídolos, piedras comunes que por su forma se diferenciaban de las demás. Poco a poco los objetos creados van tomando importancia por su belleza, y por los significados atribuidos se convierten en objetos de culto, en símbolos de poder, de dominio.

 Las altas jerarquías construyen los palacios y los templos como grandes contenedores de objetos de arte.

 Pero será en el Renacimiento cuando se ponga en valor la iconografía de otras culturas. Debido en parte a los nuevos descubrimientos científicos y geográficos que todos conocemos, y la consolidación de una sociedad más rica y plural. Por casi toda Europa coexisten pequeños centros de poder independientes que reclamaban su arte, sus artistas, su manera de entender la belleza. Unas elites que querían manifestar su identidad estética, cultural, social, su poderío económico, etc. Así se propició la comercialización de las obras de un país a otro. Un rico burgués veneciano u holandés podía tener cerámicas y sedas chinas, cerámicas de reflejo españolas, pintura italiana, sobre todo grabados, porcelana o piezas de fundición alemanas, tapices. Las grandes cortes europeas reclamaban la presencia de los artistas para la construcción de sus catedrales y decoración de sus palacios. Paulatinamente la acumulación de objetos empieza a tener una riqueza más universal.
Con la aparición de los primeros marchantes y de las galerías de arte, a finales del XIX, se inicia el coleccionismo tal y como lo entendemos actualmente. A principios del XX se hace verdaderamente crítico y se centra en las obras de los artistas y de las tendencias que supusieron una revolución del conocimiento artístico: Monet, el impresionismo, Picasso, el cubismoÉ. Figuras como Durand Real, Vollard, Khanwailer, fueron los marchantes y galeristas que dieron las pautas del coleccionismo del s. XX. Gracias a ellos, una serie de autores comienzan a aparecer en el ámbito de la sociedad de París y a interesar a los críticos y compradores de arte. Hasta hoy día, las galerías se constituyen como la vía natural para que el artista pueda mostrar su trabajo, como réplica a las salas institucionales y los premios. Actualmente, ante la situación artística de apertura y heterogeneidad, el coleccionismo abarca todas las técnicas y formatos: pintura, fotografía, escultura, vídeo, instalación. El coleccionista debe ser capaz de contemporizar las obras de muy diversas tendencias y estilos, para lo que ha de tener una formación en filosofía e historia del arte. Se entiende el coleccionismo ligado a la promoción del arte, el coleccionista se interesa por la reflexión artística, en algunos casos, crea editoriales, galerías y museos. El museo Ludwig de Colonia, considerado uno de los mejores museos del mundo de la segunda mitad del s. XX, obra del capital de un chocolatero alemán, no es una acumulación casual. Está claro que detrás de esta colección hay una cabeza o un equipo de profesionales con autoridad intelectual para convencer a artistas, como Andy Wharhol, para que hicieran obras para su museo. Si no es así, es absolutamente imposible crear tal colección que ha repercutido de manera fundamental en la museografía internacional. Sin embargo, el museo Ludwig de Aquisgrán, que contiene los mismos autores que el de Colonia, es de inferior calidad, con lo cual se demuestra que no es cosa de nombres sino de obras y de saber ver el valor y la trayectoria de cada artista. El coleccionista actual debe indagar con la objetividad y la información suficiente para discernir lo realmente importante. La colección de arte que persiga una trascendencia no puede formarse a partir de los intereses de una sola galería, de una sola visión, sino surgir de un trabajo consensuado.
Otro elemento decisivo en la comercialización del arte han sido las casas de subastas, que en España poco a poco se van imponiendo y que en el resto del mundo son instituciones clave, que proveen con coherencia a museos y coleccionistas. Las galerías, las editoriales y revistas de arte, las ferias y bienales internacionales intentan aproximarse a una información universal de lo que está pasando. Pero en España, con escasos medios invertidos en formación y divulgación del arte, se limitan a reproducir los ecos de mayor resonancia.
Por otra parte las condiciones socioculturales condicionan muchísimo la evolución del coleccionismo de una nación. En España la inexistencia de una ley de mecenazgo que ampare la compra de arte lo condiciona todo. La desgravación de impuestos a favor de acciones culturales, en este caso del coleccionismo de arte, haría que muchos invirtieran en esto el dinero de los beneficios de la empresa, que por ley deben dar a hacienda, lo que estimularía la compra de arte y como consecuencia la mayor formación de los artistas y el bagaje cultural de la sociedad. Sería una mínima incentivación que crearía puestos de trabajo, en cuanto a la construcción de la pieza artística, el trasporte, la mano de obra, pero también el debate cultural. Cuando no hay dinero, no se puede hacer cultura, pero si Alicante tuviera mejores esculturas y buenos museos tendría un turismo cultural que es el que deja más dinero y puestos de trabajo. Formaríamos parte de un circuito internacional, tendríamos una imagen cultural que es la que da existencia a un pueblo, para lo cual es necesario el debate, la exposición de criterios en la selección y comprensión de las obras que queremos que nos representen. Es decir, cultura.


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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU

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