¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos?
Friedrich Heer, historiador y escritor austriaco, llego a la conclusión de que el movimiento mariano fomentado por la iglesia católica y la condenación de la mujer están estrechamente ligados desde el siglo XII hasta el siglo XX.
En el Concilio de Éfeso la iglesia tomó del paganismo los cultos a las diosas-madre, y colocó a petición popular a Maria en el lugar de la diosa Diana, concediéndole directamente el título de Madre de Dios. Es probable que con este gesto, la iglesia quisiera compensar la denigración a que había sometido a las mujeres, y el idealizar a María podría servir para acallar las conciencias de quienes las satanizaron durante siglos.
Pero en la actualidad la cosa no ha cambiado demasiado. La adoración a una única mujer parece que debe bastar para compensar la opresión de todas las demás. Y al igual que en el pasado, la iglesia católica se remite a San Pablo quien en una de sus epístolas escribe: «Como en todas las comunidades de los santos, las mujeres deben callar en la asamblea». Pero Jesús estuvo a favor de la igualdad y dio ejemplo de ello. Entre sus seguidores había también discípulas. Él hablaba con mujeres y las visitaba. También dejó responsabilidades en manos de ellas. A la vista de todo esto, la sociedad masculina de la autoridad clerical católica, no tiene nada que ver con Jesús de Nazaret.
Por eso llamamos la atención a los sacerdotes, siempre varones, que declararon a María madre de Dios, quienes bajo el manto del cristianismo continuaron con el culto pagano de las diosas-madre. Lo que los sacerdotes hicieron de Maria, y lo que hacen con ella en la actualidad, está contra Jesús y contra María, una mujer sencilla del pueblo, humilde y entregada a Dios.
Jesús de Nazaret nunca llamó «madre de Dios» a su madre. Además lo que pensaba Él sobre los parentescos lo podemos leer incluso en la Biblia, donde encontramos las siguientes palabras de Jesús: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Y extendiendo sus manos sobre sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre de los cielos es mi hermano, mi hermana y mi madre». Con esto queda claro que Jesús no anteponía el parentesco de sangre, por lo que tampoco podía estar de acuerdo con la adoración de su madre carnal. ¿Pero qué ha hecho la iglesia católica de esta mujer entregada a Dios, que tanto tuvo que padecer y sufrir? Un culto mariano.
Emisor Erde und Mensch
Mª José Navarro
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Saludos
Rodrigo González Fernández
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