De la Responsabilidad Social a la creación de Valor Público. Por Leonardo Schvarstein
Por Leonardo Schvarstein
Es titular de cátedra de la materia Dirección General y Organización en la Universidad de Buenos Aires, y autor de Diseño de Organización, Psicología Social de las Organizaciones, y co-autor de Identidad de las Organizaciones.
El siglo XXI nos enfrenta con una inquietante paradoja: estamos dedicando más recursos que nunca a erradicar la pobreza extrema y el hambre en el mundo, al tiempo que aumenta el número de personas viviendo en tales miserables condiciones. ¿Por qué, si todos estamos contribuyendo al logro de los Objetivos del Milenio, éstos parecen cada vez más inalcanzables? ¿Por qué si multitud de empresas en todo el mundo han abrazado el concepto de Responsabilidad Social Empresaria (RSE), los recursos que a ella se destinan parecen cada vez más una gota de agua en el desierto?
La respuesta a estas preguntas es de una complejidad que excede largamente el alcance de estas líneas. Baste con aludir a la crisis financiera de los países desarrollados y a sus terribles coletazos sobre el desempleo para comprender la magnitud del desafío que enfrentamos.
De manera más acotada, y desde la cuestión que nos convoca, cabe apuntar a la falta de una perspectiva sistémica: la falta de articulaciones entre los distintos actores reduce y eventualmente neutraliza los resultados de las acciones de RSE.
La efectividad en el ejercicio de la RSE requiere la integración del accionar de las empresas con las otras dos instancias que componen nuestro sistema organizacional: el Estado y la Sociedad Civil. Ambas portan el paradigma de la responsabilidad social en su código genético.
La justificación para el ejercicio de la responsabilidad social en las organizaciones del Estado es básicamente de orden teleológico, ya que su finalidad esencial consiste en la satisfacción del bien común. Por su parte, el marco axiológico que da vida a las organizaciones sin fines de lucro exalta el carácter deontológico de su responsabilidad social.
El desafío consiste en la articulación sistémica de estas tres instancias. Desde estas líneas, nuestra modesta propuesta apunta a la necesidad de crear un marco conceptual y un lenguaje común que favorezca esta articulación.
Una de las nociones primarias de este marco y de esta lengua es el bien común, concebido como el "nivel de solidaridad por debajo del cual los bienestares públicos son descuidados y el cuerpo social se desintegra" (Castel, 1995) . Su satisfacción requiere de la creación de valor público, un proceso que dirigido no sólo a la provisión de bienes y servicios de utilidad pública, sino fundamentalmente al diálogo comunitario y a la participación social a través de los cuales tal valor se crea (Moore, 1995) .
En las empresas, el ejercicio de la RSE encuentra genéricamente su justificación en un principio de orden utilitario: se hace porque tiene consecuencias favorables para la organización. La creación de valor público requiere una agenda más ambiciosa, constituida desde una perspectiva que integre lo político, lo económico y lo social. Sin pretender ser exhaustivos, podemos proponer los siguientes puntos para tal agenda:
1. Crecimiento económico con generación de empleo.
2. Contribución a la competitividad del país.
3. Participación en asociaciones gremiales empresarias y en negociaciones colectivas de trabajo.
4. Impulso y aplicación de marcos regulatorios.
5. Contribución al escenario de gobernabilidad (fortalecimiento del Estado, afianzamiento de las instituciones, combate al descrédito de la clase política).
6. Participación en la definición, ejecución y seguimiento de políticas públicas.
7. Contribución a la lucha contra la corrupción.
No se nos escapa la "ingenuidad" de esta agenda en un mundo donde muchos empresarios asocian la palabra "Estado" con descrédito y falta de legitimidad. Pese a ello, es preciso reconocer que el fortalecimiento del Estado es una condición de subsistencia para las organizaciones empresarias. En la misma medida en que el Estado pierde su capacidad de gobierno y de regulación, los grupos de interés están cada vez más enfrentados entre sí, y la sociedad en su conjunto sufre el axioma sistémico de la suboptimización del todo en aras de la optimización de las partes. Trabajar en pro de este fortalecimiento, aceptar su involucramiento en el problema y asumir el compromiso correspondiente, es también una manera de trascender el concepto de RSE y pasar al de creación de valor público.
Castel, R. (1995). Las metamorfosis de la cuestión social. Buenos Aires, Paidós, 1997.
Moore, M. Creating Public Value. Strategic Management in Government.
Saludos,
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
DIPLOMADO EN GESTION DEL CONOCIMIENTO DE ONU
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