Moda en primera página
- La exposición Papier Glacé muestra un siglo de portadas de Condé Nast
- “La fotografía de moda representa en sí misma una categoría de la historia de la fotografía", explica la comisaria de la exposición
- La muestra tiene un enfoque temático bajo etiquetas como oda al cuerpo o retratos
Este paseo único por la historia de la fotografía de moda sólo podía surgir de un lugar, los archivos de Condé Nast, y vivir en un palacio, el Palais Galliera de París. El Museo de la moda de la capital francesa acoge hasta el 25 de mayo una selección única de 150 fotografías pertenecientes a las arcas que la editorial guarda en Nueva York, París, Milán y Londres. Bajo el nombre de Papier Glacé, la exposición recupera los primeros trabajos de 90 artistas que se convirtieron, desde las páginas de Vogue, Vanity Fair, Glamour, y más recientemente Love, en maestros inmortales de un género que, como dijo Irving Penn, más que vender ropa, vende sueños.
“La fotografía de moda representa en sí misma una categoría de la historia de la fotografía y sus artistas han marcado el devenir de la disciplina. Helmut Newton, por ejemplo, ha sido una influencia enorme en generaciones posteriores. Lo que confiere su especificidad y su fuerza es situarse en la intersección entre lo artístico y lo comercial. Ser una fotografía de encargo”. Así define el género Sylvie Lécallier, jefa del departamento de fotografía de Palais Galliera y responsable de una muestra que llega a París después de visitar Berlín, Milán y Edimburgo. En la capital francesa, Lécallier decidió cambiar el enfoque cronológico por el temático con un total de siete etiquetas (Decorado, Ficción, Exteriores, Figura, Naturaleza muerta, Oda al cuerpo y Retratos) en las que se incluyen los primeros trabajos de fotógrafos de todas las décadas para demostrar los puntos en común de los artistas que crecieron bajo el amparo de la editorial de revistas de moda más importante del mundo.
“Enfrentamos las imágenes de artistas contemporáneos con antiguos para destacar la idea de sucesión que hay entre ellos. Algunos no estaban incluidos en la selección, comoIrving Penn, Glen Luchboch, Mario Sorrenti o David Sims… y nosotros los hemos recuperado”, añade Lécallier. Ella trabajó un año en la puesta en escena con el material que había sido seleccionado durante tres por la historiadora Nathalie Herschdorfer en aquellos archivos que inauguró Condé Montrose Nast cuando, en 1909, adquirió la revista Vogue. Cuatro años más tarde haría lo propio con Vanity Fair.
Desde el principio, el editor tuvo claro que si quería convertir sus publicaciones en referencias mundiales de la moda tenía que salirse del molde y buscar colaboradores cuya visión volara por encima de lo convencional. El editor sabía que las imágenes debían cobrar más importancia y no dudó en unir sus fuerzas a las de ilustradores y luego fotógrafos, como el primero de la lista, el Baron Adolf de Meyer. Sus fotos de elegantes mujeres de principios del siglo XX, con teatrales poses y miradas al infinito, desmayadas sobre elegantes butacas, arrancan este cuento cuyo hilo conductor son las primeras veces de las grandes figura de la fotografía de moda.
El resultado huele a nuevo, a riesgo, a ganas de sorprender, como los comienzos de un tal Terry Richardson a finales de los 90: imágenes callejeras, espontáneas, con aires amateur y el mismo aura endiablada de sus hilarantes sesiones actuales. “Otra de las maravillas inesperadas de esta exposición es la pequeña fotografía a color de Diane Arbus, de 1948, cuando trabajaba en Glamour con su marido. Una sesión de moda en estudio”, apunta Lécallier.
Para la comisaria de la exposición, aunque todos los presentes pueden presumir de revolucionarios, son Irving Penn, Guy Bourdin, Helmut Newton, Peter Lindbergh y Steven Meisel los que mejor personalizan la esencia de Condé Nast. “Y por supuesto Alexander Liberman, director artístico de Vogue USA y empleado de Condé Nast desde 1942 a 1994. Él contrató a Blumenfeld y Penn, que trabajó en Vogue durante 60 años. Y les dio su primera oportunidad a William Klein y Deborah Turbeville, entre otros”. También dijo aquello de “Una fotografía de moda no es la foto de un vestido, es la foto de una mujer”, que cambió muchas cosas.
Este enfoque en los orígenes explica, según la Lécallier, la ausencia de trabajos de Richard Avedon. No se puede decir que él se gestara, como el resto, en Condé Nast porque llegó ya como estrella desde Harper’s Bazaar de la mano de Diana Vreeland. La misma Vreeland que reclamó en Vogue más piel: “¡Quiero cabezas, quiero brazo, quiero piernas! ¡Quiero pies! ¡Quiero manos!”.
La exposición se completa en París con piezas de alta costura del museo. Un vestido de noche de Chanel de 1935; otro de Balenciaga del 1955; un Dior del 56, el Mondrian que Yves Saint Laurent se inventó en el 65, o el corsé de plástico rojo con el que Issey Miyake inauguró la década de los 80. Joyas en tela para no olvidar el por qué de todo esto y recordar que por mucha diva y mucha genialidad que engloben estas fotografías, lo único importante es y ha sido siempre la moda.
*** Si no puedes viajar a París aquí te traemos las mejores portadas ***
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en “Responsabilidad Social Empresarial” de la ONU
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