Breve Historia de la numismática antigua - Desde los orígenes hasta el siglo XV
(Curso: "Las monedas como fuentes para la historia de Roma" 3° parte)
Continuando con los contenidos de la primera unidad del curso Las monedas como fuentes para la historia de Roma, inició aquí el tratamiento de la historia de la numismática como disciplina. Le dedicaré a este tema un par de entradas en el blog, porque considero que es particularmente relevante para todos aquellos que se interesan por las monedas antiguas y porque no existen, según mi conocimiento, buenos tratamientos del tema accesibles en la web.
El estudio de las monedas griegas y romanas es una disciplina con una extensa tradición. Sabemos que ya en la misma Antigüedad las monedas de otras épocas y regiones eran consideradas objetos especialmente interesantes y valiosos. Suetonio refiere, por ejemplo, que el emperador Augusto gustaba regalarlas en las saturnalias. Conocemos también otros ejemplos. El atractivo de las monedas antiguas no culminó con la caída del Imperio Romano. Durante toda la Edad Media las mismas siguieron siendo conocidas y admiradas, y se acuñaron numerosas imitaciones. Los monarcas medievales presentaban de esta forma su aspiración a un poder comparable al de los emperadores romanos.
El ascenso del humanismo y el renacimiento
Más allá de estos remotos antecedentes, el coleccionismo y el estudio de las monedas antiguas sólo comenzó verdaderamente hacia fines de la Edad Media y con el inicio de lo que comúnmente se conoce como el Renacimiento. Fue en la Italia de los siglos XIII y XIV donde el paulatino despertar del interés por la Antigüedad clásica llevó a una nueva apreciación del valor de los restos antiguos y, entre ellos, también de las monedas griegas y romanas. Por supuesto, no se trataba de un interés científico, sino que cumplían una función semejante a la de las reliquias cristianas, tan caras a la mente medieval, eran símbolos de un pasado remoto con el cual sus poseedores añoraban conectarse. De allí que el estudio de los objetos y ruinas antiguas llevado a cabo por los humanistas del renacimiento sea habitualmente calificado como "anticuarismo".
La primera evidencia notable del estudio de las monedas antiguas la encontramos en la obra de Giovanni de Matociis (conocido habitualmente como Mansionario), la historia imperialis, es decir, una colección de biografías de emperadores romanos. De Matoccis fue el primero en utilizar monedas como fuentes históricas, lo que lo coloca claramente por delante de los estándares historiográficos de su tiempo. Giovanni recurrió a las monedas para observar los retratos de los diferentes emperadores y añadió copias de su propia mano al manuscrito. El Mansionario anunciaba así el que sería uno de los intereses fundamentales de los humanistas en relación con las monedas antiguas, sus retratos.
Es en el segundo tercio del siglo XIV cuando empezamos a tener noticia de los primeros coleccionistas sistemáticos de monedas antiguas. En realidad, debemos decir que no se trata de coleccionistas especializados, todos los objetos provenientes del mundo clásico atraen su atención, estatuas, obras de arte en general, objetos domésticos y también monedas. Dos ejemplos prominentes son el banquero de Treviso Oliviero Forzetta y el dogo de Venecia Marino Falier, de quienes sabemos que sus colecciones de antigüedades incluían gran número de monedas. En la segunda mitad del siglo XIV el interés y el conocimiento sobre las monedas antiguas aumenta considerablemente, como lo ilustra la figura de Petrarca, el gran difusor del humanismo y del estudio de la Antigüedad clásica, quien ha dejado en su correspondencia y en sus obras testimonio de su pasión por las monedas antiguas.
Son los humanistas italianos de fines del siglo XIV y principios del XV los que comienzan con la identificación precisa de los retratos de las monedas imperiales romanas, intentando sobre todo utilizarlas como guía a la hora de identificar bustos y otras obras de arte semejantes. Con el éxito del humanismo y la difusión de sus intereses intelectuales entre las elites de las ciudades italianas, la práctica del coleccionismo de monedas antiguas se difundió rápidamente durante el siglo XV. Desde mediados de ese siglo ya nos encontramos frente a un mercado organizado de monedas, destinado, sobre todo, a satisfacer los pedidos de los grandes coleccionistas, es decir, príncipes, prelados y patricios de gran riqueza. Es en este período que comenzaron a formarse algunas colecciones verdaderamente impresionantes, como aquella de la marquesa de Mantua, Isabella d´Este (1474-1539), que según un inventario del año 1494 incluía 437 monedas de oro y 3385 de plata en excelente estado.
Si bien fue el humanismo el que impulsó el interés por las monedas antiguas, los humanistas no dedicaron demasiada atención a las mismas como objeto de estudio específico. Las consideraban sólo de importancia secundaria comparadas con la literatura y las obras de arte grecorromanas. El principal interés radicaba para ellos en los retratos de los emperadores y en la interpretación alegórica de los motivos en los reversos. Si bien los humanistas del quattrocento no iniciaron el estudio sistemático de las monedas antiguas, puede decirse, sin embargo, que las grandes colecciones reunidas durante el siglo XV bajo inspiración de su ejemplo, permitieron que ese estudio apareciera en el siglo XVI.
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