Hace 16 años, un grupo de particulares, encabezado por el actual presidente de la Federación de Caballos Chilenos y en conjunto con el entonces alcalde de Las Condes, dieron una mirada a lo que estaba ocurriendo en Chile con las Fiestas Patrias, y concluyeron que muchas de las tradiciones más propias de la chilenidad estaban, en la práctica, en vías de desaparecer. Esto era lamentable, porque cuando Chile constituía aún un país mayoritariamente rural, esas tradiciones fueron formando nuestra personalidad originaria, nuestra identidad nacional.
Muchos otros países, desarrollados o no, no habían permitido que eso ocurriera y, por el contrario, venían desplegando un largo esfuerzo por mantenerlas en plena vitalidad.
Pero entonces, con el 85 por ciento de la población nacional viviendo ya en la ciudad, el campo era algo cada vez más desconocido y lejano de la vida de los chilenos. Y, precisamente, en el campo surgió, se desarrolló y aún se conserva la mayoría de esas tradiciones —artesanías, costumbres centenarias, traspasadas a lo largo de muchas generaciones.
En la ciudad, en cambio, las Fiestas Patrias se habían transformado en un festejo habitualmente sin la familia, en lo principal orientado a la diversión de los hombres, en fondas que conservaban más bien sólo el nombre de tales, con música extranjera y con gran consumo de alcohol; en ellas no había conocimiento ni interés por las tradiciones nacionales.
Naturalmente, en ese marco, la inmensa mayoría de los niños de las ciudades chilenas crecía en completo desconocimiento de nuestras raíces, costumbres y tradiciones propias. Sin perjuicio de las ventajas de la globalización mundial, se estaba perdiendo lo estrictamente propio de nuestra individualidad chilena.
El referido grupo decidió entonces rescatar nuestras tradiciones para las generaciones actuales, y preservarlas para las venideras. Para eso, era preciso traer a la ciudad el conocimiento de la rica cultura del campo chileno, entonces semiolvidada. En cierto modo, era "traer el campo a la ciudad", dar la oportunidad a sus habitantes de "vivir el campo en la ciudad".
Septiembre hacía posible promover una sana y segura entretención para toda la familia en las Fiestas Patrias. Para conseguirlo, se organizó un gran evento chileno, y así nació la "Semana de la Chilenidad". Ella se fortaleció, en el año siguiente, con el aporte de la nueva comuna de Vitacura, y después de La Reina. Hoy, esta idea se ha extendido, y prácticamente en todas partes del país las comunidades les exigen a sus alcaldes y municipios que, más allá de las habituales fondas, organicen para Fiestas Patrias esta "Semana de la Chilenidad" o una actividad equivalente. En 2008, la participación en ellas sobrepasó un millón 320 mil personas, fundamentalmente en grupos familiares, pues se han ido agregando actividades orientadas a todos los gustos y edades, con activa colaboración de las FF.AA. y Carabineros.
Es ésta una valiosa iniciativa, que se busca expandir a todas las capitales regionales, de modo que nuestras tradiciones originarias lleguen también a aquellas zonas que tienen otras distintas, abriendo así puertas a un recíproco y unificador enriquecimiento cultural.
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Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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