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lunes, 20 de agosto de 2018

#MUJERCHILE Máxima de Holanda: la soberana que maneja el poder de la sonrisa

Máxima de Holanda: la soberana que maneja el poder de la sonrisa

Se casó en 2002 con el príncipe Guillermo de Orange-Nassau, lo que le convirtió en reina de los Países Bajos hace cinco años. Los que la conocen destacan su simpatía y su cercanía.

Lectura: 17 minutos
Máxima de Holanda

La imagen es esta: Austria. Estación de esquí de Lech. Una pareja comenta en el telesilla que la familia real holandesa está esos días en la zona. "Ojalá los viéramos. Yo me haría un selfie con ellos", dice la mujer. "No nos los vamos a encontrar, pero si los veo yo, no los molesto", afirma el hombre. Al lado, otros dos pasajeros, con el casco de protección puesto, se dan codazos el uno al otro y sonríen cómplices. El telesilla llega a la cima, la pareja se aproxima a sus compañeros de ascenso y se quita los cascos. "Hola, os hemos escuchado, si queréis nos podemos hacer una foto". Son Guillermo Alejandro y Máxima de Holanda

Todavía entre risas, asisten al medio desmayo de uno de sus súbditos holandeses que no se puede creer la escena. "Podéis enseñarle la foto a quien queráis, pero, por favor, no la colguéis en las redes sociales", les dicen después de posar y desaparecen entre las faldas de la montaña, dejándolos boquiabiertos. "Así son Álex y Máxima, naturales, espontáneos y muy abiertos. Así ha sido ella desde siempre y así es él. Nada de esto los ha cambiado", reconoce una amiga común casada con un íntimo del rey Guillermo

Cuando dice que nada los ha cambiado, se refiere a los cinco ajetreados años que la pareja lleva como reyes de Holanda desde que Guillermo accedió al trono el 30 de abril de 2013. La argentina y el holandés se casaron en 2002, tres años después de haberse enamorado fulminantemente en 1999 en un viaje a la Feria de Sevilla. "Desde que él la vio, lo tuvo claro", rememora la misma colega del monarca. "Recuerdo cuando nos la presentó por primera vez. 

Muy abierta, muy latina… Fuimos a dar un paseo larguísimo por la montaña y ella subió como una cabra montesa arriba y abajo, como si se hubiera criado en los Alpes. Me pareció muy deportiva, además no le daba miedo nada. Y cuando Álex vio eso, supo que ese carácter extrovertido y valiente era el que él necesitaba a su lado". Los íntimos de Máximatambién dicen que para ella fue muy importante observar a su novio con sus amigos, verlo en su ambiente: "Se dio cuenta de que estaban hechos de la misma madera".

Esa espontaneidad y naturalidad sorprendieron a la aún reina Beatriz, que se preguntaba si aquella mujer de carácter, nacida en Argentina —un país que la monarca nunca había visitado— y crecida fuera de los círculos de la realeza, podría asumir, sin experiencia previa, la tarea de ser reina de por vida. Si podría renunciar a parte de su libertad. Si un día querría romper los límites. Él, ya se sabe, le dijo: "Confía en mí". Y Beatriz entendió que la elección de su hijo era una decisión consciente de compaginar el amor que sentía por Máxima con la confianza de que ella lo ayudaría a llevar a la monarquía holandesa a los nuevos tiempos.

Al fin y al cabo, Máxima y Guillermo serían los primeros de una nueva generación de reyes que se abría paso en Europa. Más familiares, más profesionalizados, más digitalizados, más igualitarios. El mundo era para ellos más pequeño. Y las posibilidades, más grandes. Comprendió que su papel sería el de la continuidad en el cambio y que de ella dependía ofrecerle a Máxima —como ya había hecho con su hijo— sus mejores consejos, retarla a superarse y ser, cuando lo necesitara, la madre que tenía tan lejos. Hoy son grandes aliadas y amigas.

Máxima se dio cuenta pronto de que no conocía el mundo protocolario de los palacios de Europa ni los códigos internos de aquella familia. Se movía con soltura en los círculos privilegiados de su país, donde su padre, Jorge Zorreguieta, fue ministro de Agricultura durante la dictadura del general Videla. Era una niña bien de la capital: había estudiado en el Northlands —uno de los mejores colegios de Buenos Aires—, pasaba los veranos en Punta del Este, esquiaba en Bariloche… Y, después de licenciarse en Económicas, se había bregado como analista financiera en la Gran Manzana. Pero, a pesar de que su acento en inglés era tan perfecto que costaba creer que no hubiera nacido en Inglaterra y sus modales y educación —relajada y exquisita— la hubieran hecho sobrevivir en cualquier pasillo de palacio, creía no estar preparada para formar parte de una de las monarquías parlamentarias más importantes del mundo. 

No sé nada", les decía a sus amigos cuando abandonó apresuradamente su trabajo en el equipo de mercados del Deutsche Bank de Nueva York y se trasladó al Instituto Ceran de Bélgica para seguir un curso de inmersión en el idioma y las tradiciones holandesas. "Pero en realidad sí sabía", comenta uno de sus íntimos, un empresario que la conoce desde hace dos décadas. "Porque Máxima estuvo educada en una familia exigente, que le enseñó la importancia de la amistad, el afán de superación y el estar agradecida por lo que tienes. Y esos son valores importantísimos a la hora de ser reina. Pero es que, además, tenía desde joven un hambre de saber enorme. Siempre estaba interesada en todos los aspectos de la economía mundial, de la política. Fue como si estudiara para moverse en el mundo en el que se desenvuelve hoy".

Maxima de Holanda

Convertirse en reina fue un gran proceso de aprendizaje. Lo ha dicho ella misma a todo el que la ha querido escuchar. Entendió que no hay una monarquía igual. Que la holandesa es símbolo de unidad, de representación fuera y dentro del país. Que su vida estaría dedicada las 24 horas al servicio de la gente, para asegurarse de que nadie se quedara atrás: mujeres, niños, desempleados, exconvictos, jóvenes, mayores… Quiso emprender la tarea sin dejar de ser genuina, sin perder lo que ella considera es el placer del aprendizaje. "Y porque Máxima tiene un as en la manga: todo lo que hace le divierte", nos cuentan. Es lo que los holandeses han terminado por apodar el "Max-factor". 

Cuando Guillermo y Máxima se casaron, ella instaló su despacho frente al de su marido para trabajar juntos. "Son partners, se ríen mucho, comparten la experiencia y, al mismo tiempo, son socios en la enorme responsabilidad de mantener a la monarquía viva", explican sus amigos. "Tienen claro que son un elemento de unificación y representación de una consciencia. En el caso de ellos, representan muy bien a Holanda".

Durante todos estos años Máxima no ha dejado de trabajar y de aportar nuevos ángulos a ese personaje público mezcla de mujer de negocios, persona empática y emprendedora. Según explica su jefe de Gabinete, la reina se afana en varios ámbitos: desarrolla un programa de música en las escuelas, se preocupa por encontrar préstamos a pequeños emprendedores, trabaja por la inclusión de las mujeres en los ámbitos laborales y, desde septiembre de 2009, es la asesora especial, designada por el secretario general de las NacionesUnidas, para promover la financiación inclusiva para el desarrollo (UNSGSA).


En su objetivo por ayudar con ahorros, seguros o créditos, trabaja, mano a mano, con Melinda Gates. "La reina defiende poderosamente la idea de conectar a las personas más pobres del mundo con servicios financieros que les pueden ayudar a salir de la pobreza. Es una influyente defensora del empoderamiento económico y de la igualdad", explica Gates desde Washington, donde está la sede de su fundación."Y del empoderamiento de la mujer", dice Jannet Vaessen, directora general de Women INC, con quien la monarca trabaja para mejorar la igualdad de oportunidades para las mujeres en los Países Bajos. "Nuestro país se está quedando atrás en cuestiones de mujeres en comparación con otros estados de bienestar europeos. Junto con la reina nos esforzamos por acelerar esa igualdad de género con proyectos sobre independencia económica o un sistema de salud más sensible al género".

Occo Roelofsen, miembro del comité de empresa que se ocupa de financiar con microcréditos a nuevos negocios en los Países Bajos, nos atiende antes de coger un avión de vuelta a casa. "El trabajo de la reina no es figurativo. Nos reunimos una vez al mes con ella en un consejo asesor para empresarios emprendedores y trabajamos de cerca con el Gobierno. Ella siempre pregunta si las decisiones que se tomaron el mes anterior se han llevado a cabo. Así que no se trata simplemente de reunirse, sino que se preocupa de que existan resultados efectivos. El hecho, además, de que conozca las novedades en regulación bancaria hace que entienda en toda su dimensión cómo exportar, atraer nuevos clientes… En definitiva, tiene las herramientas para ayudar de verdad", explica. 

—Han dicho que el suyo es el reinado de la sonrisa, ¿por qué está siempre tan feliz? —preguntamos a sus íntimos. 
—Porque ha encontrado su razón de existir y porque ha convertido lo que podría ser una jaula de oro en un espacio para cambiar las cosas. Entiende que es una potente agente de cambio.
—Pero también tiene miedos. A veces empieza un proyecto y nos dice: "No va a salir bien…". El riesgo de fracasar está ahí, pero piensa que no intentarlo sería peor. Y, además, siempre cree que, aunque no lo consiga, habrá aprendido algo. 

Dicen que Máxima asegura que este es el lugar donde ser valiente tiene sentido. 
 

"La diferencia con Máxima es que es una líder global", nos recuerda de nuevo su amigo el empresario. "La mayoría de las celebrities en el mundo no tiene la cabeza ni la preparación para embarcarse en temas de microcréditos ni de financiación… No posee autoridad para hablar de ello. Ella sí. Y goza de una ventaja sobre un líder político preparado: su mandato es de por vida, no tiene caducidad". Los políticos pasan, pero Máxima queda. "Además, su agenda es global y su posición es neutral, porque defiende los principios que están avalados por las Naciones Unidas. Eso es poderosísimo".

Maxima de Holanda

Es verdad", confirma Tilman Ehrbeck, socio de Omidyar Network, miembro de referencia de la UNSGSA. "Ser argentina y banquera ha convertido a Máxima en una figura única en el sector de la inclusión financiera global. Tiene una comprensión de primera mano de los desafíos a los que se enfrentan las familias pobres y conoce bien las cuestiones técnicas. Por ejemplo, desde el principio impulsó una arquitectura global de datos y medición para poder seguir el progreso de las familias que pedían créditos y obtener información directa.

El FMI creó esa base de datos y el Banco Mundial lanzó Findex, el conjunto de cifras más exhaustivo que existe. En 2011 también convenció a los principales organismos de regulación financiera para que se sentaran, por primera vez, a analizar las reglas económicas del juego teniendo en cuenta no solo la estabilidad de los países desarrollados, sino también la inclusión del resto, algo muy importante para la mitad pobre del planeta".

Ertharin Cousin recuerda un día con Máxima como uno de los más conmovedores de su vida. Esta mujer, de 61 años, ha trabajado en las Administraciones de Clinton y de Obamay, durante 10 años, fue la directora del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas. "En 2013 fui con la reina a visitar un programa de alimentación en Kenia. Nos encontrábamos cerca de una zona en guerra y los niños estaban muy emocionados de ver a alguien que para ellos era una princesa. Tendríais que ver cómo la abrazaban. Se sentó con ellos a la hora de almorzar. Estaban tomando una papilla de gachas que no está muy buena porque casi no tiene azúcar ni sabor, pero es una avena que proporciona los nutrientes necesarios para seguir creciendo. 

Veías las caras de los niños… Máxima se dio cuenta de que tenía la oportunidad de mostrarles la importancia de tomar aquellas gachas para estar sanos. Cogió una gran cucharada y se la llevó a la boca. Yo estaba a su lado y podía adivinar que el sabor no le había agradado del todo, pero los niños se emocionaron porque comía lo mismo que ellos. ¡Ella los miró con una enorme sonrisa! Yo no sé si hubiera podido hacer algo así con tanta naturalidad. Fue increíble, uno de esos momentos que te hacen respetarla por entender qué era lo que los pequeños necesitaban de ella. Y lo logró con su personalidad. Fue una muestra de su creencia de que como líder y monarca tiene la responsabilidad de guiar y de servir".

David Beasley, el nuevo director del Programa Mundial de Alimentos, que conoció a Máxima en el Foro de Davos del pasado enero, asegura: "Desde nuestro primer encuentro me di cuenta de que la reina abraza con pasión todo lo que hace. Su poder como soberana supone que puede romper el ciclo de conflicto y hambre, salvando vidas cada día". 

Aunque la aceptación de la casa real es de más del 80% entre sus conciudadanos, en la austera Holanda los gastos de la familia real, considerada una de las más caras de Europa, son discutidos con sordina. Este mayo la ONG antimonárquica Republikeins Genootschap publicó un informe tras dos años de minuciosa investigación. En él se señalaba que, aunque el presupuesto oficial atribuido a la familia es de 60 millones de euros anuales, la cifra verdadera asciende a 350 millones. Guillermo y Máxima tienen, además, exenciones fiscales. 

La casa real asegura, sin embargo, que los cálculos de ese documento "no son específicos y están basados en supuestos". "La partida presupuestaria del rey se debate y aprueba en el Parlamento. En 2108 es de 42,3 millones de euros", afirman. Ni el Partido Verde ni el Socialista han querido comentar los datos pese a que en el pasado declararon que la monarquía debería promover algún cambio. 

Pero en todo lo demás parece que Máxima no va a cambiar. Le siguen apasionando la música brasileña, esquiar, montar a caballo y bucear. La cita familiar para el desayuno es el punto de partida obligado de un día que suele terminar jugando a las cartas —al Rummy— con sus tres hijas, AmaliaAlexiaAriane, a las que ha educado desde pequeñas, nos explican, en la idea de ayudar a los demás: "Les ha hecho ver que, como son unas privilegiadas, tienen responsabilidades". Al fin y al cabo, la princesa Amalia será la próxima reina de Holanda. "Yo estuve en su casa cenando con un grupo de banqueros —nos cuenta Ertharin Cousin—. Entonces las niñas eran muy pequeñas, tenían entre ocho y cinco años. Cuando empezó la cena, salieron con unos camisones preciosos y, antes de que pudiéramos entregarles cualquier regalito, Máxima hizo que nos sirvieran". 

Máxima de Holanda

Cousin estalla en risas: "Las niñas iban por la mesa preguntando: '¿Quiere un poco?", y podías ver cómo la más pequeñita intentaba hacer la ronda lo más rápido posible porque sabía que, cuando acabara, tendría una recompensa. Era un ejemplo de su deseo de hacerles comprender su papel de ayuda a los demás. Para poder recibir un regalo, antes tenían que servir. Fue conmovedor verlas comportarse así, porque claramente no éramos los primeros invitados a quienes atendían de esta manera".

Desde hace tiempo, Máxima dedica un día especial, por separado, a cada una de sus hijas. En el colegio —la escuela estatal Bloemcamp— ella es una madre más. Hace años se apuntó al "comité de despiojamiento" tras una plaga de piojos que infestó el centro. "En Holanda hay una especie de complicidad de la sociedad con la familia real y los dejan tranquilos. Les permiten ser una familia bastante normal. Pueden ir en bicicleta a un pueblito a tomar un helado. Ellos se paran, hacen su cola y nadie les dice nada…", asegura un amigo. "Aunque lo que peor lleva Máxima es la falta de privacidad. Ella siente que no ha cambiado y le sorprende que, ahora, hasta algunas viejas amigas a veces la miren con cara de alucinadas".

Es que es muy normal y le cuesta que no la vean así", dice Carolien Gehrels, directora de la plataforma Música en las escuelas, una iniciativa que puso en marcha la monarca tratando de llevar la música a todos los niños, sin importar la capacidad adquisitiva de sus familias. "Por ejemplo, un día invitó a un grupo para que fuera a su casa a tocar y pasar la tarde con sus hijas, a quienes ha tratado de inculcarles su amor por la música". Para conseguir financiación para este proyecto, el día de su 40º cumpleaños Máxima pidió a sus amigos que no le regalaran nada. Solo quería que colaboraran. 

A cambio, organizó un gran concierto. En cuatro años, Máxima ha conseguido un presupuesto de cinco millones de euros y el programa tiene un espacio de televisión en prime time que ve un millón de personas en Holanda."Las Navidades pasadas hicimos un especial con 600 niños. No era sencillo de manejar, pero ella estuvo en todo momento relajada, haciendo bromas con ellos… Tiene una gran capacidad de empatizar y de improvisar", recuerda Gehrels.

Prueba de ello es que en el 50º cumpleaños del rey Guillermo, en abril de 2017, se lanzó a interpretar con sus hijas un número musical para su marido en la fiesta sorpresa que le ofrecieron. "Le encanta cantar y bailar, creo que también toca la guitarra", dice uno de los invitados que estuvo presente.

Hay tres puntos de inflexión en el reinado de Máxima. El primero, el fallecimiento, desgarrador, del hermano del rey, el príncipe Friso, en agosto de 2013 tras sufrir un accidente de esquí y permanecer en coma año y medio. Después, la tragedia del vuelo MH17 de Malaysia Airlines, que cubría la ruta Ámsterdam-Kuala Lumpur y estalló en el aire. Máxima no pudo contenerse y rompió a llorar cuando vio aparecer los féretros de los 298 ocupantes. Y, por último, el suicidio de su hermana pequeña, Inés, en junio de este año en su apartamento de Buenos Aires.

Tenía problemas psicológicos y de anorexia. En el sepelio, Máxima era el rostro de la felicidad cuando se acaba. Sin embargo, como ya hiciera en agosto de 2017 en el entierro de su padre —al que la reina y sus hermanos, Martín y Juan, dedicaron a capela el tema My Way, de Frank Sinatra—, la monarca no dudó de nuevo en entonar junto a su familia versos de Bob Dylan y Bob Marley, la música preferida de su hermana. 

"Máxima le había pedido muchas veces a Inés que se fuera a vivir a Ámsterdam, la llevaba a esquiar siempre que podía y estaba muy pendiente de ella. Trató de protegerla con todo su corazón y su fortaleza", cuenta una amiga. "Sabía que era reina, pero no quería dejar a nadie atrás, y mucho menos a su hermana. Hizo todo lo que estuvo en su mano y está destrozada por no haber podido evitar esta tragedia".

"La gran diferencia entre Máxima y otras personas no pertenecientes a la nobleza que han acabado siendo reinas es que Máxima ha avanzado en la vida sin dejar a nadie atrás", explica uno de los grandes amigos del rey Guillermo. "Su vida no es una línea que avanza y lo que pasó ya queda atrás, es como una colección de círculos concéntricos que crece a medida que su vida se expande. Ahí caben desde sus amigos de la infancia, su familia, los necesitados, los líderes mundiales… Nunca nadie se siente abandonado. Tiene uno de los valores más importantes en el ser humano: el de la lealtad, la amistad y la humildad de nunca creerse su posición, algo que a otras personas no les sucede". 

La reina retomó su agenda el 19 de junio en un centro para enfermos de cáncer. "Estoy contenta de volver a mi trabajo en este sitio, que tanto significa para quienes padecen cáncer. Personas que están enfermas, pero que no pierden la esperanza de mejorar", dijo Máxima. "Mi pequeña, dulce y talentosa hermana Inés también estaba enferma. Era incapaz de encontrar la alegría y, desafortunadamente, no pudo curarse. Nuestro único consuelo es pensar que por fin encontró la paz". Aquella mañana la reina contuvo las lágrimas en los ojos. Parecía intentar sobreponerse por el bien de su familia y de su pueblo, al que dio las gracias. Lo hacía sin mucho entusiasmo y con escasos resultados. 

"Ojalá recupere su gesto de franca alegría", nos dice una de sus amigas. Espera que el cálido sol de su residencia en el Peloponeso griego, donde pasará el verano, y el apoyo de la familia real sirvan para curar sus heridas. Ser feliz y optimista está inscrito, parece, en su ADN. Y como su madre, María del Carmen Cerruti, le ha dicho más de una vez: "No sé cómo lo haces, pero no cambies nunca, mi hijita, no cambies". Al fin y al cabo, la soberana ya lo ha comentado en varias ocasiones, "ser argentina, medir dos metros y llamarte Máxima imprime carácter".

*Este artículo fue publicado originalmente en el número 120 de Vanity Fair.


Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
Diplomado en Coaching Ejecutivo ONU( 
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