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Nací un 20 de enero en Madrid, donde viví hasta los doce años cuando me mudé a Lima, Perú. En Lima conocí a personas muy queridas y dejé parte de mi corazón, ¡adoro Latinoamérica! Me trasladé a Washington donde estudié Política Internacional y volví a Madrid para cursar un Máster en Relaciones Internacionales en la Escuela Diplomática. El coachingllegó a mi vida en el año 2010. Primero me profesionalicé en practitioner de Programación Neurolingüística y más tarde en coaching ejecutivo, especializándome en life coaching y en inteligencia emocional.
Además de coach profesional y miembro de la ICF (International Coach Federation), soy autora del libroPor ti lo haría mil veces, en el que describo cómo marcó mi vida la codependencia. Gracias a las herramientas de coaching y de inteligencia emocional, aprendo cada día a pensar, sentir y actuar de una manera más sana y a ser más feliz.
Afronto este proyecto con muchísima ilusión, porque mi motivación sois vosotros y me siento entusiasmada por poder aportaros las potentes herramientas que a mí me han ayudado tanto, ya que como siempre digo: '¡La vida es un deporte de equipo!'
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En este post os quería contar algo que he aprendido en los últimos años, que me obligo a llevar a cabo con más profundidad. Es la toma de consciencia del poder de las palabras. Y es el que las palabras tienen un poder inimaginable que nos penetran a un nivel celular.
Es verdad que muchas veces, con el ritmo de vida que llevamos, no podemos estar pendientes durante las 24 horas del día de lo que decimos y de lo que nos dicen. Sí es importante tomar consciencia de ello, de la responsabilidad que tenemos en el uso de nuestro lenguaje.
Ser consciente de las cosas ya es algo. Por eso debemos saber la importancia de la influencia que tienen las palabras tanto en lo que nos decimos a nosotros mismos, como lo que decimos a nuestro entorno y lo que nos dicen los demás a nosotros.
Por ejemplo, en mi caso, que ya sabéis que tengo problemas con ir al gimnasio, con una de las etiquetas con la que he crecido es que soy inconstante. Ya me lo he creído tanto que digo: "¡cómo voy a ir al gimnasio si yo soy inconstante!" En vez de: "¡igual consigo ir todo el año!" Así que yo misma me limito.
El tema de este post me surgió el otro día en una comida con amigos en la cual me propuse escuchar con especial atención la cantidad de adjetivos y nombres que utilizamos para describir a las personas. Mi sorpresa fue grande porque me di cuenta que, en tres horas que duró la comida y con multitud de diversos temas de conversación entre los que estaban la política, la familia, algunos amigos comunes y el trabajo entre otros temas más banales, la capacidad y facilidad con la que calificamos a la gente es asombrosa. A personas que nos son muy cercanas e incluso algunas a las que conocemos por referencias o simplemente por ver en la televisión.
El motivo que me llevó a realizar esta acción es que, aparte de que me interesa aprender cómo actuamos los seres humanos, entiendo que como persona pública que soy, llevo escuchando a lo largo de media vida un montón de adjetivos que supuestamente me definen y sin duda algunos de ellos se han enraizado en mi personalidad. Muchos de ellos dispares entre sí.
- Qué sensible eres.
- Qué extrovertida eres.
- Qué nerviosa eres.
- Qué sociable eres.
- Qué antipática eres.
- Qué inconstante eres.
- Qué tranquila eres.
- Qué inteligente eres.
- Qué amable eres.
La lista puede ser interminable. Puede resultar increíble todo lo que he escuchado. He de reconocer que muchas veces me ha dado igual, pero otras, en cambio, me han afectado realmente.
Quienes tengáis interés, podéis hacer también vuestra lista de las palabras que os han estado diciendo, que os han limitado y las que vosotros decís a los demás.
Y ya que sabemos que las palabras tienen tanto poder, utilicémoslas para estimularnos unos a otros, para animarnos.
Y es que, ¿qué hay detrás de todas estas etiquetas que tan alegremente empleamos para definir a los demás, e igual de importante, a nosotros mismos?
Es sorprendente con qué facilidad nos atrevemos a calificar y de alguna manera juzgar a la gente que nos rodea e incluso a personas que apenas conocemos. Yo me incluyo, no es una crítica ajena.
Os pongo otro ejemplo. Tengo una amiga que tiene un ritmo tan lento que yo le decía: "Hija, espabila que no llegamos al cine". Y ahora le digo: "Hija, qué maravilla que haya gente como tú para que el mundo no se vuelva loco, pero vamos a salir diez minutos antes a ver si llegamos al cine a tiempo".
Esas palabras, que ya desde pequeñitos estamos escuchando, están fraguando nuestra personalidad. De ahí su gran poder.
Sin duda, la personalidad se puede cambiar, siempre que deseemos hacerlo, por supuesto. Y en gran medida se consigue a base de esto mismo. Escuchando palabras, calificativos, descripciones, adjetivos que queramos oír… en lo que queramos convertirnos. Si no nos lo dicen los demás, digámonoslo a nosotros mismos y demostrémoslo.
Nuestro subconsciente recibirá estas nuevas palabras y se creerá lo que le estamos mandando.
Con la palabra es como decidimos poner cada día nuestro mundo, con energía positiva o negativa.
Es increíble el poder que tienen las palabras, viniendo de los demás y de nosotros mismos principalmente. El dolor de la palabra puede perdurar por siempre.
Y es que, si echamos la vista atrás, ¿en qué momento me convertí en lo que supuestamente soy? ¿Qué condicionantes son los que me han hecho ser como soy? Y lo más importante, ¿estoy a gusto cómo soy o hay algo que quiera cambiar?
Aquí os dejo este vídeo del doctor japonés Emoto, que es un ejemplo real para que veáis el gran poder de las palabras y ayudaros a tomar consciencia de cómo os tratáis, de cómo tratáis a vuestro entorno y sobre todo a vuestros hijos.
Increíble experimento arroz con palabras:
Así que para esta semana, cuidad las palabras que les decimos a nuestros hijos, a nuestras parejas, a nuestros compañeros, a nosotros mismos…
Nadie me conoce mejor que yo misma. Ahora sé el poder que tienen las palabras. ¡Hagamos que jueguen a mi favor!
Este tema, la importancia que tienen las palabras, los mensajes que recibimos en nuestra infancia, los "papelones" que vamos adquiriendo a lo largo de nuestra vida, los va a tratar Alejandro Lorente, un gran especialista en salud y emociones, dándonos herramientas para conseguir una mejor salud física y mental.
Será el día 10 de diciembre en Madrid, pero también si estáis interesados podéis seguirle vía streaming.Alejandro me ha ofrecido la oportunidad de presentar su taller, y por supuesto que lo haré con todo mi cariño. Allí estaré.
Tenéis más información en mi web: Gabinete Coaching Emocional.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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