| LA DIABETES ES UNA ENFERMEDAD CRÓNICA en la que se produce una alteración en el aprovechamiento de los azúcares debido a una carencia parcial o total, de la hormona insulina o a que esta no cumple su función. La insulina hace posible que los azúcares entren en las células para poder ser utilizados como fuente de energía, si es escasa o funciona mal, los azúcares se acumulan en la sangre, produciendo lo que se denomina hiperglucemia (niveles por encima de lo normal de azúcar -glucosa- en la sangre). Se calcula que en España entre un 3% y un 5% de la población es diabética, de los cuales la mayor parte sufren la llamada diabetes tipo II o del adulto (no dependiente de insulina), y en menor proporción (un 15%), la diabetes tipo I o infantil (precisa de administración de insulina). No obstante, existen otros tipos de diabetes: tipo mody (de inicio en la edad infantil pero con características de la del adulto), diabetes pregestacional y gestacional (de incidencia durante el embarazo), diabetes III (comienza en el adulto como la I y evoluciona como la II), diabetes secundarias a alteraciones orgánicas o a enfermedad de páncreas, tiroides, glándulas suprarrenales, e intolerancia hidrocarbonada. En este último caso, las hiperglucemias son menos severas que en el resto. En relación con los tipos de diabetes más comunes, las causas son múltiples y varían según nos refiramos a la tipo I o a la II:
- En la tipo II, están implicados factores genéticos (herencia), la obesidad (80% de los diabéticos tipo II sufren sobrepeso u obesidad), las dietas desequilibradas (muy energéticas y ricas en azúcares sencillos), el sedentarismo y el envejecimiento de la población.
- En la tipo I, influyen una cierta predisposición individual, así como alteraciones del sistema inmune (de defensas del organismo) e infecciones víricas que pueden desencadenar reacciones de autoinmunidad con destrucción de las células pancreáticas que secretan la insulina. Es por esta razón que quienes la sufren necesitan ya de entrada inyectarse insulina.
En cuanto a la manifestación de sus síntomas, depende del tipo de diabetes que se trate:
- Diabetes tipo I: Los síntomas más comunes son aquellos que derivan de un exceso de glucosa en sangre (hiperglucemia). En su debut, las manifestaciones típicas son las que se describen a continuación. Cuando la glucosa en sangre supera unos limites determinados, el riñón no puede impedir que se elimine por la orina (glucosuria). Además, para eliminar tal carga de azúcares por el riñón es necesario diluirlos en la propia orina; el azúcar arrastra gran cantidad de agua y el diabético orina mucho (poliuria). Al perder tanta agua, el organismo se deshidrata y el diabético tiene mucha sed y bebe mucho (polidipsia). Por otro lado, como está aprovechando mal su principal fuente de energía (azúcares), se estimula mucho más su apetito y come en exceso (polifagia), aunque esto no soluciona el problema, por lo que pierde peso y se siente cansado. Una vez se inicia el tratamiento médico y dietético, remiten todos los síntomas.
- Diabetes tipo II: No se presentan los síntomas descritos en la tipo I, y es por esta razón que se intuye que más de la mitad de las personas que la sufren no están diagnosticadas. En ellas, los síntomas son más inespecíficos y no tan claros, ya que el origen de la diabetes no es que no exista insulina sino que esta es insuficiente o que se aprovecha mal.
En cuanto al papel de la alimentación en esta patología crónica, se sabe que una dieta equilibrada es un aspecto muy importante a tener en cuenta respecto a su prevención. Pero además, en la persona ya diabética, la dieta es uno de los pilares fundamentales del tratamiento, ya que colabora en la regulación de los niveles de azúcar en la sangre y previene posibles complicaciones a corto (hiperglucemias e hipoglucemias) y a largo plazo, en ocasiones junto con la administración de insulina (tipo I) y en otras, junto con la toma de ciertos medicamentos llamados antidiabéticos orales (A.O.), aunque estos no son necesarios en todos los casos (tipo II). Así mismo se recomienda la práctica regular de ejercicio (aumenta el llamado buen colesterol en sangre, mejora la circulación periférica y el aprovechamiento de los azúcares por parte del músculo, permite reducir las dosis de insulina) lo que no sólo es beneficioso para las personas que tienen diabetes, si no para toda la población en general.
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